La Misión de la Iglesia Metodista de Costa Rica es hacer discípulos. Es la respuesta al cumplimiento de la Visión. Se realizará mediante las siguientes cuatro acciones: proclamación, enseñanza, comunión y servicio. El primero señala el acto de proclamar el mensaje del evangelio (2 Timoteo 4:17). El segundo se refiere a la acción de enseñanza de la Palabra de Dios (2 Timoteo 4:2). El tercero conduce al desarrollo y fortalecimiento de las relaciones entre los discípulos (Hechos 2: 42). El cuarto es la respuesta a las necesidades personales y contextuales tanto de los miembros de la Iglesia como de su comunidad (Romanos 12:7).
Ver cada Iglesia local e institución como el centro operativo de adoración y depósito de la gracia Divina para transmitir luz en la comunidad. Por lo tanto, para hacer realidad el cumplimiento de esta visión, se proveerá capacitación apropiada, para nutrir y preparar a todos. Se levantará “Equipos Ministeriales”, para dignificar y preparar a todo creyente para el cumplimiento de la Misión; según los dones. Ministerios y frutos que el Espíritu Santo entrega a cada hermano y hermana sin distingo alguno.
LOS ARTÍCULOS DE FE DE LA IGLESIA METODISTA
Artículo I. De la fe en la Santísima Trinidad.
Hay un solo Dios vivo y verdadero, eterno, sin cuerpo, ni partes, de infinito poder, sabiduría y bondad, el creador y el conservador de todas las cosas, así las visibles como las invisibles. Y en la unidad de esta Deidad hay tres personas, de una misma substancia, poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Pruebas: Isaías 45:22; Salmo 90:2; Salmo 147:5; Salmo 52:1; Isaías 44:24; Nehemías 9.6; Mateo 28:19.
Artículo II. DeI Verbo, o Hijo de Dios, que fue hecho verdadero Hombre.
El Hijo que es el Verbo del Padre, verdadero y eterno Dios, y de una misma substancia con el Padre, tomó la naturaleza humana en el seno de la bienaventurada Virgen; de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, a saber, la Deidad y la Humanidad, se unieron en una sola persona, para jamás ser separadas de lo cual es un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, el cual verdaderamente padeció, fue crucificado, muerto, sepultado y para reconciliar a su Padre con nosotros, y para ser sacrificio, no solamente por la culpa original, sino también por los pecados actuales de los seres humanos.
Pruebas: Hebreos 10:12; Mateo 27.35; Juan19:33; Marcos 15.46, 1Juan 2:2; Isaías 53:6; Hebreos 2:17; Colosenses 1:15-20.
Artículo III. De la Resurrección de Cristo.
Cristo verdaderamente resucitó de los muertos, y volvió a tomar su cuerpo con todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana, con el cual subió al cielo, y allí está sentado hasta que vuelva para juzgar a los seres humanos en el día postrero.
Pruebas: Mateo 28:1-6 Lucas 24.39; Marcos 16:19; Mateo 16.27.
Artículo IV. Del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, el cual procede del Padre y del Hijo, es de una misma substancia, majestad y gloria con el Padre y con el Hijo, verdadero y eterno Dios.
Pruebas: Juan, 14:16-17; l5:26.
Artículo V. De la Suficiencia de las Sagradas Escrituras para la Salvación.
Las Sagradas Escrituras contienen todas las cosas necesarias para la salvación; de manera que no se debe exigir que ningún ser humano reciba por artículo de fe, ni considere que es requisito necesario para la salvación, nada que en ellas no se lea o que no se pueda probar con ellas. Con el nombre de Sagradas Escrituras entendemos que se trata de aquellos libros del Antiguo y Nuevo Testamento, de cuya autoridad nunca hubo duda en la Iglesia. Los nombres de los libros canónicos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, el Libro Primero de Samuel, el Libro Segundo de Samuel, el Libro Primero de Reyes, el Libro Segundo de Reyes, el Libro Primero de Crónicas, el Libro Segundo de Crónicas, el Libro de Esdras, el Libro de Nehemías, el Libro de Esther, el Libro de Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, Cantar de los Cantares, los cuatro Profetas mayo- res: Isaías, Jeremías, El libro de Lamentaciones, Ezequiel, Daniel; y los doce Profetas menores: Oseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías. Todos los 27 libros del Nuevo Testamento, tal como son aceptados generalmente, nosotros los recibimos y los tenemos por canónicos los cuales son: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. El libro de los Hechos, Las cartas pastorales Romanos, I Corintios II Corin- tios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, I Tesalonicenses, II Tesalonicenses, I Timoteo, II Timoteo, Tito, Filemón. La carta a los Hebreos (Israelitas). Carta del apóstol Santiago. Cartas del apóstol Juan I, II y III. Carta de Judas el Zelote. El libro profético de Apocalipsis.
Pruebas: Salmo 19:7; Juan S.39; II Timoteo 3:6-17, Santiago 1: 21.
Artículo VI. Del Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento no es contrario al Nuevo, puesto que en ambos, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, se ofrece la vida eterna al género humano por Cristo, el cual es el único Mediador entre Dios y el ser humano, siendo que Él es Dios y Ser humano. Por lo cual no se debe escuchar a aquellos que inventen que los antiguos patriarcas tenían puesta su esperanza tan sólo en las promesas transitorias. Aunque la Ley que Dios dio por medio de Moisés, en lo que se refiere a ceremonias y ritos no obliga a los cristianos, ni deben ser recibidos necesariamente sus preceptos civiles en ningún estado o nación, sin embargo, ningún cristiano queda exento de la obediencia debida a los mandamientos que se llaman morales.
Pruebas: Hechos 24:14; Lucas 24:27; Mateo 5:17.
Artículo VII. Del pecado original o de nacimiento.
El pecado original o pecado de nacimiento, no consiste (como falsamente aseveran los pelagianos) en la imitación de Adán, sino que es la corrupción de la naturaleza de todo ser humano engendrado en el orden natural de la estirpe de Adán; por lo cual el ser humano está muy apartado de la justicia original, y por su propia naturaleza se inclina al mal.
Pruebas: Job 25:4; Romanos 8:6; Salmo 51:5; Romanos 6:23,
Artículo VIII. Del Libre albedrío.
La condición del ser humano después de la caída de Adán es tal, que él mismo no puede volverse ni puede prepararse a sí mismo, por su propia fuerza y por sus propias obras, para ejercer la fe e invocar a Dios, por eso no tenemos facultad para hacer buenas obras, agradables y aceptas delante de Dios, a no ser que la gracia de Dios por Cristo nos prevenga para que tengamos buena disposición de voluntad.
Pruebas: Romanos 8:8; Filipenses 2:13; Romanos 7:18; Juan 15:5.
Artículo IX. De la justificación del ser humano.
Somos tenidos por justos delante de Dios sólo por los méritos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo mediante la fe, y no por nuestras propias obras o por nuestro merecimiento. Por lo cual la doctrina de que somos justificados solamente por la fe, es saludable en grado sumo y conforta en gran manera.
Pruebas: Romanos 3:28; Efesios 2:8-9.
Artículo X. De las buenas obras.
Aunque las buenas obras, que son fruto de la fe y siguen a la justificación, no pueden librarnos de nues- tros pecados, ni pueden soportar la severidad de los juicios de Dios, sin embargo, son agradables y acep- tas delante de Dios por medio de Cristo, y nacen de una fe viva y verdadera, de modo que por ellas se puede conocer la fe viva tan evidentemente como se conoce el árbol por su fruto.
Pruebas: Santiago 2:18; Filipenses 1:11; 1 Pedro 2:12; Romanos 3:20; Tito 3:5-6.
Artículo XI. De las obras de supererogación.
Las obras voluntarias (ejecutadas aparte o en exceso de los términos de los mandamientos de Dios), llamadas obras de supererogación, no pueden ser enseñadas sin incurrir en arrogancia o impiedad. Pues por ellas, los seres humanos manifiestan no solo que dan a Dios todo lo que están obligados a darle, sino que por amor a él hacen más de lo que en rigor exige el deber, es así que Cristo dice explícitamente. "Cuando hayas hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos".
Prueba. Lucas 17:10
Artículo XII. Del pecado después de la justificación.
No todo pecado cometido voluntariamente después de la justificación es el pecado contra el Espíritu Santo, y por ende imperdonable. De ahí que, a los que después de la justificación han caído en el pecado, no se les debe negar el privilegio del arrepentimiento. Después de que hemos recibido el Espíritu Santo, es posible que nos apartemos de la gracia concedida, y que caigamos en pecado, y ello no obstante, también es posible que por la gracia nos levantemos otra vez y que enmendemos nuestra vida. Por lo tanto, son de condenar aquellos que dicen que ya no pueden pecar más mientras vivan aquí, o que niegan la oportunidad del perdón a aquellos que verdaderamente se arrepienten.
Pruebas. Marcos 3:29; Gálatas 6:1; Jeremías 3:22; Apocalipsis 2:5.
Artículo XIII. De la Iglesia.
La Iglesia visible de Cristo es una congregación de fieles, en la cual se predica la Palabra pura de Dios, y se administran debidamente los sacramentos, conforme a la institución de Cristo, en todo aquello que forma parte necesaria y esencial de los mismos.
Pruebas: I Cor1:2; Hechos 2.41- 47; Efesios 4:11-12.
Artículo XIV. Del Purgatorio.
Las doctrinas romanas tocantes al purgatorio, la absolución, el culto y la adoración, tanto de imágenes, de reliquias, y también la invocación de los santos, no sólo son patrañas, vanas invenciones sin ningún fundamento en las Escrituras, sino que, son contrarias a la Palabra de Dios.
Pruebas: Levítico 26:1; Juan 14.6; I Tim.2:5.
Artículo XV. Del uso de una Lengua no Entendida por el Pueblo en las Congregaciones.
Es cosa manifiestamente contradictoria, tanto a la Palabra de Dios, como a la costumbre de la Iglesia Primitiva, ofrecer las oraciones públicas en la Iglesia, o administrar los Sacramentos, en una lengua que el pueblo no entienda.
Pruebas: I Co 14.2, 9, 19.
Artículo XVI. De los Sacramentos.
Los sacramentos instituidos por Cristo no sólo son señales o signos de la profesión de los cristianos, sino que más bien son testimonios seguros de la gracia y la buena voluntad de Dios para nosotros, por medio de los cuales El obra en nosotros invisiblemente, y no solo despierta nuestra fe en El, sino que también la fortalece y confirma. Son dos los sacramentos instituidos en el Evangelio por Cristo nuestro Señor, a saber: el Bautismo y la Cena del Señor. Los otros cinco, comúnmente llamados sacramentos, es decir, la confirmación, la penitencia, el orden sacerdotal, el matrimonio y la extremaunción, no deben ser tenidos por sacramentos del Evangelio, puesto que algunos de ellos han emanado de una imitación corrupta de ciertas instituciones apostólicas, y otros son estados de vida aprobados en las Escrituras sin que sean de la misma naturaleza que el Bautismo y la Cena del Señor, puesto que carecen de toda señal visible o ceremonia ordenada por Dios. Los sacramentos no fueron instituidos por Cristo para servir de espectáculo ni para ser llevados en procesión, sino para que usásemos de ellos debidamente. Y sólo en aquellos que los reciben dignamente producen efecto saludable, mientras que los que indignamente las reciben, adquieren para sí condena- ción, como dice San Pablo (ICor.11:29).
Pruebas. Mateo 26:26-28; Lucas 22:19; I Co.ll:23-26
Artículo XVII. Del Bautismo.
El bautismo en agua es una señal de profesión de fe y una manera de diferencia por medio de la cual se distinguen los cristianos de otros que no han sido bautizados, es también una señal de la regeneración o nuevo nacimiento. El bautismo de los niños se debe conservar en la iglesia.
Pruebas: Hechos 2:38; 22:16; 10:47-48.
Artículo XVIII. De la Cena del Señor.
La Cena del Señor no es solamente una señal del amor que deben tenerse entre sí los cristianos, sino que es más bien un sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo; tanto así, que para todo aquel que lo recibe debidamente, dignamente y con fe, el pan que partimos es una participación del cuerpo de Cristo, y de la misma manera la copa de bendición es una participación de la sangre de Cristo. La transubstanciación, o sea el cambio de la substancia del pan y del vino en la Cena del Señor, no puede ser demostrada por la Sagrada Escritura, sino que es repugnante a las palabras terminantes de la Biblia, trastornan la naturaleza del sacramento y ha dado ocasión a muchas supersticiones. El cuerpo de Cristo se da, se toma y se come en la Cena solo de un modo celestial y espiritual. Y el medio por el cual el cuerpo de Cristo se recibe y se come en la Cena es por la fe. El Sacramento de la Cena del Señor no fue instituido por Cristo para que fuese reservado, llevado en procesión,alzadooadorado.
Pruebas.ICo.10.16-17;11:23-26
Artículo XIX. De las Dos Especies
No se debe negar la Copa del Señor a los laicos, porque ambas partes de la Cena del Señor, por expresa ordenanza y mandamiento de Cristo, deben ser administradas a todos los cristianos por igual.
Prueba: Mateo 26:27.
Artículo XX. De la Única Oblación de Cristo Consumada en la Cruz.
La oblación (ofrenda) de Cristo, hecha una vez, es aquella perfecta redención, propiciación y satisfacción por todos los pecados de todo el mundo, tanto del pecado original como de los pecados personales, y no hay ninguna otra satisfacción por el pecado, sino esa solamente. Por tanto, el sacrificio de la misa, en el que se dice comúnmente que el sacerdote ofrece a Cristo por los vivos y los muertos para que alcancen remisión de pena o de culpa, es fábula blasfema y engaño peli- groso.
Pruebas: Hebreos10:14; Hebreos 9:28; Hechos 4:12.
Artículo XXI. Del matrimonio de los ministros.
La ley de Dios no manda a los ministros de Cristo hacer voto de celibato, ni abstenerse del matrimonio, lícito es, pues, para ellos, lo mismo que para los demás cristianos, contraer matrimonio a su discreción, como juzguen más conducente a la santidad.
Pruebas: 1Cor. 7:1-2; 1Tim. 4:1-3.
Artículo XXII. De los ritos y ceremonias de la Iglesia.
No es necesario que los ritos v las ceremonias sean en todos los lugares los mismos o exactamente iguales; porque siempre han sido diferentes, y pueden ser cambiadas de acuerdo con la diversidad de los países, los tiempos y las costumbres de los seres humanos, con tal que nada se establezca contraria- mente a la Palabra de Dios. Todo aquel que, apoyándose en su juicio privado, voluntaria e intencional- mente quebrantase públicamente los ritos y ceremonias de la Iglesia a que pertenece, y que son repug- nantes a la Palabra de Dios y no ordenados y aprobados por autoridad común, deberá ser reprendido públicamente (para que otros teman hacer lo mismo), como uno que ofende el orden común de la Igle- sia, y lastima la consciencia de los hermanos débiles.
Pruebas: 1Cor. 14:26; II Tes. 3:6; I Pedro 2.16.
Artículo XXIII. De los gobernantes de la Nación.
El presidente, el poder Ejecutivo, el poder Legislativo, el poder Judicial y el Tribunal Supremo de Elecciones y todos los ministerios de estado, como delegados del pueblo, son las autoridades de Costa Rica, según la división de poderes que señala la constitución del país. Y las siete provincias establecidas forman una nación soberana e independiente, y no deben estar sujetas a ninguna jurisdicción extranjera. Es el deber de todos los cristianos, guardar y obedecer las leyes y decretos de las autoridades en con- cordancia conlaConstitucióndeCostaRica(siempre y cuando estos no sean contrarios a la ordenanza de la Biblia), y emplear todos los medios de respeto para estimular obediencia a las autoridades constituidas.
Prueba: Romanos 13:1-4
Artículo XXIV. De los bienes de los cristianos.
Las riquezas y los bienes de los cristianos no son comunes a todos en cuanto al derecho, título y posesión de los mismos, como falsamente aseveran algunos. Sin embargo, todo ser humano, de lo que posee y según sus facultades, debe dar generosamente limosnas a los pobres.
Pruebas: 1 Juan 3:17; Salmo 41:1.
Artículo XXV. Del Juramento del cristiano.
Así como confesamos que nuestro Señor Jesucristo en la carta del apóstol Santiago, prohíbe a los cris- tianos el juramento vano y temerario, también juzgamos que la religión cristiana no prohíbe que se preste juramento a requerimiento del magistrado en causa de fe y caridad, con tal que se haga según la doctrina del profeta, en justicia, juicio y verdad.
Pruebas: Mateo 5:34; Jeremías 4:2.
Los sermones de Juan Wesley
Son también considerados como normas de doctrina. La nota bibliográfica es la siguiente: Wesley, Juan.
Sermones, tomos I y II. Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones
SECCIÓN III. DE LAS NOTAS EXPLICATIVAS DEL NUEVO TESTAMENTO
Escrito por Juan Wesley. Tuvo su primera edición en 1755. En inglés hay varias ediciones. Y aparece su primera versión en castellano en 1998. En el nivel de énfasis se agregan los siguientes artículos que forman parte de la doctrina metodista:
Artículo I. LA ENTERA SANTIFICACIÓN.
Creemos que la entera santificación es aquel acto de Dios, subsecuente a la regeneración, por el cual los creyentes son hechos libres del pecado original, o depravación, y son llevados a un estado de entera devoción a Dios y a la santa obediencia de amor hecho perfecto. La entera santificación es obra del Espíritu Santo por medio del sacramento del Bautismo y encierra en una sola experiencia la limpieza del corazón de pecado y la presencia real y permanente del Espíritu Santo, a dar al creyente el poder necesario para una vida santa y servicial. La entera santificación es provista por la sangre de Jesús, obrada instantáneamente por la fe, precedida por la entera consagración; y el Espíritu Santo da testimonio de esta obra y estado de gracia. Esta experiencia se conoce también por varias expresiones que representan sus diferentes fases, tales como "la perfección cristiana", "él amor perfecto", "la pureza de corazón", "él bautismo con el Espíritu Santo", "la plenitud de la bendición" y "la santidad cristiana". Creemos al respecto, que hay distinción marcada entre un corazón puro y un carácter maduro. El primero se obtiene instantáneamente "el resultado de la entera santificación"; el segundo es el resultado del crecimiento en la gracia. Creemos que la gracia de la entera santificación incluye el impulso para creer en la gracia. Sin embargo, este impulso debe ser cultivado conscientemente y dársele atención cuidadosa a los requisitos y procesos de desarrollo espiritual y mejoría de carácter y personalidad a semejanza de Cristo. Sin dicho esfuerzo intencional, el testimonio podría ser debilitado, la gracia nulificada y finalmente pérdida.
⮚ ▪Santificación Obra del Espíritu. Jer: 31: 31-34; 2 Co 6:14-17; I Gal: 2:20;
5:16-25; Mal 3:2-3; Ef 3:14- 21, 5:17-18, 25-27; Mat 3:11-12; Fil: 3:10-15; Luc
3:16-17; Col 3:1-17; Jn 7:37-39, 14.15-23; 17:6- 20. ITs. 5.23-24. Hch 2:1-4,
15:8-9; He 10:10-17, 12:1-2, 13:12 Ro 6:11-13, 19, 8:l-4, 8-14; 12:1-2. I Juan
1:7-9.
⮚ ▪Perfección Cristiana, "amor perfecto": Dt 30:6. Fil. 3:10-15. Mt. 5:43-40;
22:37-40. Hbr. 6:1. Rom 12:9-21; 13:8-10. I Jn; 4.17-18; I Co13.
⮚ ▪Pureza de Corazón": Mt. 5:8, I P 1:22, Hch 15:8-9, I Jn 3:3.
⮚ ▪Bautismo con el Espíritu Santo": Jer 31:31-34; Mt 3:11-12; Ez. 36:25-27; Lc
3:15-17; Hch 2:1-4, 15:8-9
⮚ Plenitud de la bendición": Ro 15:29.
⮚ Santidad Cristiana": Mt 5:1-8, 29; I Ts 3:13; 4:7-5, 5:23; Jn 15:1-11, II Tim
2:19-22; Ro 12:1-2; Hbr 10:19-25; 12:14; 13:20-21; II Co 7:1; I P 1:15-16; Ef.
4:17-5:20; II P 1: 3-11; 3:l5; Col 3:17.
Artículo II. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.
Creemos que el Señor Jesucristo vendrá otra vez; que nosotros, los que vivimos y quedamos para la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron en Cristo Jesús, sino que, si permanecemos en Él, seremos arrebatados juntamente con los santos resucitados para encontrar al Señor en el aire y así estaremos siempre con el Señor. Mt 25:31-46, Tit 2: ll-14; Jn; 14:1-3. Hbr: 9:26-28; Hch: 1:9-11;
II P 3:3-15, Fil 3:20-21; Ap 1:7-8, 22:7-20 ITs. 4:13-18.
Artículo III. LA RESURRECCIÓN, EL JUICIO Y EL DESTINO.
Creemos en la resurrección de los muertos, que los cuerpos tanto de los justos como de los injustos, serán resucitados y unidos con sus espíritus "los que hicieron bien saldrán a resurrección de vida, más los que hicieron mal a resurrección de condenación". Creemos en el juicio futuro en el cual todo hombre comparecerá delante de Dios para ser juzgado según sus hechos en esta vida.
Creemos que a todos los que logran salvarse por creer en Jesucristo nuestro Señor y seguirle obedientemente, se les asegura una vida gloriosa y eterna, y los que permanecen impenitentes sufrirán eternamente el infierno. Gn 18:25, Jn 3:16-18, 5:25-29, 11:21-27;Hch17:30-31; Sal 50:6 Ro 2:1-16, 14:7-12; Is 26:19; I Co 15:12- 58; Dn 12:2-3; II Co 5:10; Mt 25:31-46, II Ts 1:5-10; Lc 16:19-31, 20:27-35; Ap 20:11-15, 22:1-15
Artículo IV. LA SANIDAD DIVINA.
Creemos en la doctrina bíblica de la sanidad divina y amonestamos a nuestro pueblo a que se esfuerce en ofrecer la oración de fe para la sanidad de los enfermos. Los medios y agencias providenciales no han de ser rehusados cuando sean necesarios.
II R 5:1-19; Hch 5:12-16; 9:32-42; 14:8:15. Sal 103:1-5; I Co 12:4-11; Mt 4:23-24; 9:18- 35; II Co 12:7-10; Jn 4:46-54; Stg 5:13-16.
DE LAS DOCTRINAS WESLEYANAS
El Metodismo ha enfatizado ciertas doctrinas cristianas en forma especial. Estas doctrinas, aunque compartidas con otros cristianos, fueron combinadas por Juan Wesley de tal manera que han llegado a ser definitivas de la Iglesia Metodista. Detrás de toda nuestra comprensión de la fe cristiana está la gracia de Dios. Por gracia queremos decir la inmerecida acción amorosa de Dios en la existencia humana por medio del Espíritu Santo siempre presente. Aunque la gracia de Dios es una sola, sin divisiones, precede a la salvación como "Gracia preveniente", continúa en la "Gracia justificadora" y es conducida hasta la "Gracia santificadora". Afirmamos que la gracia de Dios se manifiesta en toda la creación a pesar de que el sufrimiento, la violencia, y el mal están presentes en todo lugar. La virtud de la creación es completada en los seres humanos, quienes son llamadas a una relación de pacto con Dios. Dios nos ha dotado de dignidad y libertad y nos ha llamado a la responsabilidad por nuestras vidas y la vida del mundo.
En la auto-revelación de Dios, Jesucristo, vemos el esplendor de nuestra verdadera humanidad. Aún nuestro pecado, con sus consecuencias destructivas para toda la creación, no altera la intención de Dios para nosotros: santidad de corazón. Tampoco disminuye nuestra responsabilidad por la forma como vivimos. A pesar de nuestra situación de quebranto, permanecemos como criaturas que existimos solo por la acción de un Dios justo y misericordioso. La restauración de la imagen de Dios en nuestras vidas re- quiere de la gracia divina para renovar nuestra naturaleza caída
Gracia Preveniente
Reconocemos la gracia Preveniente de Dios, que es el amor divino que rodea toda la humanidad y precede cualquier y todos nuestros impulsos conscientes; esta gracia causa nuestro primer deseo de agradar a Dios, nuestro primer destello de comprensión en relación con la voluntad de Dios, y nuestra "primera convicción ligera y transitoria"dehaberpecadocontra Dios.
La gracia de Dios también despierta en nosotros un ferviente deseo de liberación del pecado y de la muerte, y nos mueve hacia el arrepentimiento y la fe.
Justificación y Seguridad
Creemos que Dios alcanza al creyente arrepentido con la gracia justificadora en aceptación y amor perdonador. La teología wesleyana hace énfasis en que un cambio decisivo en el corazón humano puede y debe ocurrir bajo el estímulo de la gracia y la guía del Espíritu Santo. En la justificación somos, por medio de la fe, perdonados de nuestros pecados y restaurados en favor de Dios. Esta relación correcta con Dios por medio de Jesucristo, hace surgir nuestra fe y confianza mientras experimentamos la regeneración, por la cual somos hechos nuevas criaturas en Cristo. Este proceso de justificación y nuevo nacimiento es a menudo referido como conversión. Tal cambio puede ser repentino y dramático, o gradual. Marca un nuevo comienzo, aunque es parte de un proceso continuo. Nuestra teología wesleyana también incorpora la promesa espiritual de que esperamos recibir seguridad de nuestra salvación personal, porque "el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Ro 8:16)
Santificación y Perfección
Sostenemos que la maravilla de la aceptación y el perdón de Dios no son el fin de la obra salvadora de Dios, la cual continúa para nutrir nuestro crecimiento en la gracia. A través del poder del Espíritu Santo somos capacitados para progresar en el conocimiento y amor de Dios y en el amor por nuestro prójimo. El nuevo nacimiento es el primer paso en este proceso de santificación. La gracia santificadora nos lleva hacia el don de la perfección cristiana, que Wesley describía como "santidad de corazón y vida" Esta era la doctrina cardinal del Metodismo Primitivo: el incesante esfuerzo por vivir una vida sin pecado. Los metodistas siempre han mantenido que no solo es posible sino que es necesario se- guir "La santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14) Juan Wesley enseñó que era posible para una persona vivir cada día de tal manera que no tuviera culpa delante de Dios y los seres huma- nos. Sostenía que era posible para el cristiano ser hecho 'Perfecto en amor" mientras vivía, y pedía a cada predicador que se unía a la conferencia metodista que contestara la siguiente pregunta. "¿Espera usted ser hecho perfecto en amor en esta vida?". Este don inefable del poder y del amor de Dios, la esperanza y la expectación de los fieles, no está garantizado ni limitado por nuestros esfuerzos ni por nuestras debilidades.
Fe y Buenas Obras
Vemos la gracia de Dios y la actividad humana obrando juntas en la relación de fe y buenas obras. La gracia de Dios hace surgir la respuesta humana y la disciplina. Una tarea impostergable de la Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica es la de relacionar más estrechamente las afirmaciones de nuestra fe, con nuestro testimonio al mundo. La fe es la única respuesta esencial para la salvación. Sin embargo, las Reglas Generales nos recuerdan que la salvación se evidencia en las buenas obras. Para Wesley, aún el arrepentimiento debería estar acompañado por "frutos dignos de arrepentimiento" , o por "obras de piedad y misericordia" Misión y servicio. Insistimos en que la salvación personal siempre involucra la misión y el servicio cristiano en el mundo. Al unir corazón y manos afirmamos que la La experiencia cristiana personal, el testimonio evangélico y la acción social cristiana, son recíprocas y mutuamente reforzadoras. El amor de Dios está ligado siempre con el amor al prójimo, con una pasión por la salvación de vida eterna, la justicia y la renovación en la vida del mundo. Las Reglas Generales. Representan una expresión tradicional de la relación intrínseca entre la vida y el pensamiento cristianos según se entiende dentro de la tradición wesleyana. La teología es sierva de la piedad, la cual a su vez, es el terreno de consciencia social y del ímpetu para la acción social, siempre en el contexto del reino de Dios.
Naturaleza y Misión de la Iglesia
El fundamento de la Iglesia es la fe en Jesucristo, como Salvador y Señor. Esta fe trae al ser humano perdón de sus pecados y lo convierte en una nueva criatura que viene a ser parte de la comunidad de creyentes Por esto, la Iglesia es la comunidad universal de las personas que han creído en Dios por medio de Jesucristo, a través de la cual Dios proclama su evangelio y su amor. La iglesia participa de la naturaleza divina porque es llamada por Dios, fundamentada en Jesucristo y sostenida por el poder y la gracia del Espíritu Santo. Por otra parte, la Iglesia participa de la naturaleza humana porque está formada por hombres y mujeres. La Iglesia de Jesucristo es universal por cuanto trasciende toda frontera, sea de carácter étnico, nacional, social, generacional o ideológico. La Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica es una expresión de esta Iglesia universal. La tarea principal de la Iglesia es anun- ciar las buenas nuevas de salvación de Dios en Jesucristo a todo ser humano, por medio del Espíritu Santo, con el fin de que participen de esta fe y que el discipulado y el servicio cristianos se hagan efectivos en su vida. Por esto, la enseñanza y la capacitación son tareas continuas en la Iglesia. Enfatizamos, por tanto, la función nutridora y servidora de la comunidad cristiana en la Iglesia. La experiencia personal de fe es nutrida por la comunidad adoradora. La proyección de la Iglesia brota de la obra del Espíritu. Como Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica, respondemos a esa obra por medio de un sistema conexional basado en la responsabilidad mutua. Ligámenes conexos nos unen en la fe y en el servicio en nuestro testimonio global, permitiendo que la fe sea activa en el amor.
Liturgia y Sacramentos
La adoración es un deber y un privilegio de todos los creyentes, esencial en la vida de la comunidad cristiana, tanto para su crecimiento en la fe, en la esperanza y en el amor, como para poder ofrecer un testimonio y un servicio cristiano en el mundo. La Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica reconoce como su liturgia básica, la heredada que tuvo su origen en el movimiento wesleyano del siglo XVIII. Se estimulará el estudio, la experimentación de nuevas formas de adoración y expresiones himnológicas que respondan más adecuadamente a las necesidades de la Iglesia, a la idiosincrasia de nuestros pueblos y a las circunstancias históricas que estemos atravesando.
Constitución y Disciplina Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica
Nuestra iglesia reconoce dos sacramentos, a saber: El Bautismo y La Cena del Señor, como ordenanzas divinas y medios de gracia. Será deber y privilegio de todos los miembros de la iglesia participar de ellos. El bautismo es un signo de la gracia del Señor y un sacramento para todo ser humano; por esta razón puede ser administrado tanto a los niños como a los adultos. El bautismo, salvo circunstancias excepcionales, no debe celebrarse privadamente, sino en la presencia y con la participación de la congregación.
La Santa Cena es tradición de nuestra iglesia, hacerla accesible no sólo a los miembros de nuestras congregaciones, sino a todo creyente en Cristo Jesús, deseoso de renovar su pacto de comunión con el Señor y con sus semejantes. La administración de estos sacramentos estará normalmente a cargo de personas debidamente autorizadas y preparadas para ello.
Plataformas de Reflexión en el Desarrollo Doctrinal
En el que hacer teológico del Metodismo se ha usado como guía o plataforma cristiana: la Escritura, la tradición, la experiencia y la razón. Estas cuatro guías son interdependientes; ninguna se puede definir aparte de las otras sin equivoco proveyendo el estímulo al pensamiento teológico serio y equilibrado. Esto permite la reflexión y formulación de una teología y sana doctrina como parte de nuestra tarea misiológica.
La Escritura
La escritura es la fuente primordial y guía para la doctrina. La Biblia es la depositaria de un testimonio único de la revelación de Dios de Sí mismo: en la creación, redención, y cumplimiento final del Mundo, en Jesucristo como la Palabra de Dios encarnada; en la actividad constante del Espíritu Santo en los dramas de la historia. Es la fuente primitiva de las memorias, imágenes y esperanzas por las cuales la comunidad cristiana vino a existir y que todavía confirman y nutren su fe y comprensión. La doctrina cristiana se ha formulado, consciente e inconscientemente, de metáforas y temas cuyos orígenes son bíblicos. Al sumergirnos en el testimonio bíblico, al abrir nuestros corazones y mentes a la Palabra de Dios por medio de las palabras de personas inspiradas por el Espíritu Santo, la fe nace y se nutre, nues- tro entendimiento se profundiza y desarrolla, y tanto la esencia de nuestra fe como el alcance de nuestras opiniones teológicas se ensanchan y se enriquecen. La Escritura constituida como el testimonio de la revelación de Dios, es leída y comprendida correctamente dentro de la comunidad creyente y su tradición es informada por las tradiciones de dicha comunidad. Los textos de la Escritura son interpretados correctamente a la luz del lugar que ocupa en la Biblia entera, al ser iluminada ésta por el estudio erudito y el discernimiento personal. El significado de cada texto se comprende mejor cuando su intención y significados originales hayan sido comprendidos. De este manejo cuidadoso de la Escritura, bajo la dirección del Espíritu Santo, los creyentes podrán con certeza aplicar la verdad a las circunstancias de su propio tiempo y lugar.
La Tradición
Las interpretaciones cristianas de la revelación bíblica tienen una historia compleja. En cada edad, personas cristianas han formulado y vuelto a formular su entendimiento de lo que han recibido en doctrina y liturgias que obran recíprocamente. Todas las tradiciones eclesiásticas profesan que se atienen a las Escrituras para sus discernimientos originales y se pueden juzgar por rectitud por su fidelidad esencial en la revelación de ellas. Una ciega aceptación de la tradición se convierte en tradicionalismo, del cual la liberación requiere una comprensión adecuada de la historia como recurso para la adquisición de nueva sabiduría. Las tradiciones son el remanente de la experiencia colectiva de comunidades cristianas primitivas. Una apreciación crítica de ellas puede agrandar nuestra visión y enriquecer nuestra fe en el amor proveniente de Dios. En las discusiones contemporáneas de Fe y Orden sobre "la tradición y las tradiciones", se han delineado tres dimensiones. En primer lugar, hay tradición que es un proceso histórico, una función del desarrollo histórico. En este proceso las memorias cristianas y su interpretación ayudan a reinterpretar el mensaje y genio cristiano de persona a persona, de región a región, de generación a generación. En segundo lugar, hay múltiples tradiciones de varias iglesias que se comprenden como fenómenos sociológicos: las diferencias específicas históricas entre denominaciones y dentro de ellas (como en sus varias políticas, liturgias y declaraciones doctrinales). La tradición en este sentido, sirve de ayuda parcial, en las distintas denominaciones, en identificar y comprenderse a sí mismos y unos a otros. En el tercer sentido, sin embargo, la tradición cristiana "puede describirse en términos trascendentales: Como la historia en aquel ambiente de gracia en el cual, y por medio del cual vive todo cristiano, que es la continuación a través del tiempo y el espacio del amor de Dios que dio de sí mismo en Cristo Jesús. Es por esta tradición trascendental que cristianos que han sido aislados o separados por varias barreras de unos y otros puedan reconocerse juntamente como cristianos. Por su aprecio de estas tradiciones complejas dinámicas, los cristianos modernos pueden servir de puente sobre las brechas que por tanto tiempo han dividido el Cuerpo de Cristo.
La Experiencia
Esta es para el individuo lo que la tradición es para toda la iglesia la apropiación personal de la misericordia de Dios sin límite en la vida y las relaciones personales. Hay distinción radical entre el ausentismo intelectual al mensaje de la Biblia y de las proposiciones doctrinales propuestas en creados, y la experiencia personal del amor perdonador y sanador de Dios. Tradicionalmente, la fe y la seguridad personales han sido descritos como "una confianza segura en la misericordia de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, y una esperanza tenaz de todo lo bueno de la mano de Dios". Esta nueva relación de seguridad es obra de Dios, su don gratuito por el Espíritu Santo. Esta "vida nueva en Cristo" es lo que significa la frase "experiencia cristiana". Tal experiencia abre los ojos de la fe a viva verdad de la Escritura, informa y guía la conciencia cristiana en decisiones éticas, e ilumina el entendimiento cristiano de Dios y de la creación. La experiencia cristiana no sólo es profundamente personal e interior, sino también colectiva y activa. La Biblia no reconoce la religión solitaria. El don de Dios del amor libertador ha de ser compartido para sobrevivir. El alcance de la reconciliación ha de ser continuamente extendido para abrazar al mundo y a todos los enajenados y dolientes. "La experiencia cristiana " lleva consigo el imperativo de participar en ministerios de liberación y sanidad en el mundo. Esta usanza especializada del término "experiencia" implica que cualesquier experiencias particulares personales del amor acogedor de Dios afectarán la comprensión total de la vida y la verdad. Esta comprensión cambiada y cambiante, a su vez, alterará la actitud mental del creyente y su visión del mundo. Esto se aplica de igual manera a las ciencias empíricas, las artes, la filosofía, y la cultura general. Toda experiencia religiosa afecta a toda nuestra experiencia humana; toda expe- riencia humana afecta nuestra comprensión de la experiencia religiosa
La Razón
Las doctrinas cristianas que se han desarrollado de la Escritura, la tradición, y la "experiencia " se han de someter al escudriñamiento crítico para que ellas puedan recomendarse como válidas para personas de criterio. Esto quiere decir que han de evitar contradecirse a sí mismas y tomar en cuenta el conocimiento científico y empírico, pero aun sin embargo reconocemos que la revelación y la "experiencia" pueden trascender el alcance de la razón. Puesto que toda verdad viene de Dios, los esfuerzos para discernir las conexiones entre la revelación y la razón, la fe y la ciencia, la gracia y la naturaleza son esfuerzos útiles en el desarrollo de doctrina creíble y comunicable. No se reclama la autonomía de la razón ni su total suficiencia, pero si provee criterio para probar la fuerza lógica y la credibilidad. Al someter las formulaciones doctrinales al análisis crítico y racional, nuestra intención apropiada es realzar su claridad y verificabilidad.
LAS REGLAS GENERALES DE LA IGLESIA METODISTA – Conducta
La Naturaleza, el Objeto y las Reglas Generales de Nuestras Sociedades Unidas
A fines del año 1739, acudieron al señor Wesley, en Londres, unas ocho o diez
personas que parecían estar profundamente convencidas de su pecado, y
verdaderamente deseosas de su salvación. Estas, así como otras dos o tres el día
siguiente, solicitaron que pasara algún tiempo con ellas orando y aconsejándoles
cómo debían de huir de la ira venidera, que, según sentían, les amenazaba
continua- mente, con el objeto de tener más tiempo para esta importante obra,
señaló el señor Wesley un día en que pudieran reunirse todos, lo que efectuaron
desde entonces los jueves por la noche. A éstos, así como a cuantos quisieron
unirse a ellos (y su número aumentaba día en día) daba oportunamente los consejos
que juzgaba más necesarios; al terminar siempre las reuniones con oración adecuada
a sus varias necesidades.
Tal fue el origen de la Sociedad Unidad, primero en Europa y
después en América, Dicha sociedad no es otra cosa que. "una compañía de seres
humanos que tienen la forma y buscan el poder de la santidad uniéndose para orar,
para recibir la palabra de exhortación para vigilarse con amor los unos a los
otros, a fin de auxiliarse mutuamente en la obra de su salvación".
Para que con mayor facilidad se conozca si en verdad se ocupan sus miembros de su
salvación, cada sociedad se divide en compañías menores, a las cuales se les da
el nombre de Clases, al asignarse las personas a ellas según la
situación de sus domicilios respectivos. Cada clase se compone de unos doce
individuos, de los cuales uno es nombrado Guía. Es su deber:
A. Visitar a cada miembro de su clase, por lo menos una vez a la semana, con el
objeto: (1) de indagar cómo prospera su alma; (2) de aconsejar, reprender, consolar
o exhortar, según la ocasión lo requiera; y (3) de recibir lo que a bien tenga dar
para el sostén de los predicadores, de la Iglesia y de los pobres,
B. Reunirse con los ministros y los mayordomos de la sociedad cada semana, con
el objeto. (1) de informar al ministro si hay alguno que se encuentre enfermo o que
ande desordenadamente y no se deje reprender, (2) de entregar a los mayordomos los
fondos que haya recibido de su clase en la semana anterior. Una sola condición se
exige previamente a los que quieran ser admitidos a estas sociedades, y es, "él
deseo de huir de la ira venidera y de salvarse de sus pecados" Más donde quiera que
el alma se halle verdaderamente penetrada de este deseo, esto se conocerá por sus
frutos.
Se espera, por lo tanto, que todos los que continúan en la Iglesia sigan
manifestando su deseo de salvación:
Primero: No haciendo daño, al evitar toda clase de mal,
especialmente los que más se practican, tales como:
Tomar el nombre de Dios en vano; profanar el día del Señor, ya sea haciendo en él
trabajo ordinario, o ya sea comprando o vendiendo; embriagarse, comprar o vender
bebidas alcohólicas, o beberlas; comprar, vender o poseer esclavos, pelear, reñir,
alborotar, pleitear entre los hermanos, volver mal por mal, maldición por
maldición, regatear en las compras y ventas; comprar o vender efectos que
no hayan pagado los derechos, entregar o recibir efectos de usura, es decir, a
interés ilegal, conversar
frívolamente o sin caridad, particularmente si se habla de los magistrados o de los
ministros; hacer a otros lo que no quisiéramos que ellos nos hicieran; hacer lo que
sabemos no conduce a la gloria de Dios como: ataviarme con oro y ropas lujosas,
tomar parte en diversiones tales que en ellas no poda- mos invocar el nombre del
Señor Jesús; cantar aquellas canciones o leer aquellos libros que no tien- dan al
conocimiento ni al amor de Dios, llevar una vida voluptuosa o demasiado regalada,
amontonar tesoros sobre la tierra, pedir prestado sin la probabilidad de pagar, o
recibir efectos a crédito sin la misma probabilidad.
Se espera que todos los que continúan en estas Sociedades sigan manifestando su
deseo de salvación.
Segundo: hacer lo bueno; ser misericordiosos de cuántas maneras
les sea posible, y hacer toda clase de bien conforme tengan oportunidad, y en cuanto
puedan, a todos los seres humanos en tres maneras
1. A sus cuerpos, según la posibilidad que Dios les da, dar de comer a los
hambrientos, vestir a los desnudos, visitar y socorrer a los enfermos y a los
encarcelados.
2. A sus almas, instruir, reprender o exhortar a todos aquellos con quienes
tenemos relaciones, no dando oído a aquella máxima fanática que dice: "No hemos
de hacer, bien, a no ser que a ello nos impulse nuestro corazón".
3. Hacer bien, especialmente a los que son de la familia de la fe, o a los que
gimen con el deseo de serlo; al emplearles de preferencia, al comprar los unos a los
otros, al ayudar mutuamente en los negocios; y comprendiendo que el mundo amara a
los suyos, y a ellos únicamente.
Controlar los malos hábitos, a fin de que el Evangelio no sea vituperado; y correr
con paciencia la carrera que les es propuesta, al negarse a sí mismos y tomando la
cruz diariamente; y someterse a sufrir el vituperio de Cristo, sin extrañarse de
que los seres humanos digan de ellos toda clase de mal por causa del Señor, al
mentir.
Se espera que cuantos desean permanecer en estas Sociedades sigan manifestando su
deseo de salvación:
Tercero: Asistir a todas las ordenanzas de Dios, cuales son: el
culto público de Dios; el ministerio de la Palabra, sea leída o explicada; la Cena
del Señor; la oración privada y de familia; el escudriñamiento de las Escrituras;
el ayuno o abstinencia; El diezmo.
Estas son las Reglas Generales de nuestras Sociedades; todas las cuales Dios nos
enseña a observar en su Palabra escrita, que es la regla única y suficiente, así
de nuestra fe como de nuestra práctica, todas las cuales sabemos que su Espíritu
las escribe en los corazones verdaderamente despiertos.
Si hubiese entre nosotros alguno que no las guardase, alguno que habitualmente
quebrantase cualquiera de ellos, hágase saber a quienes vigilan aquella alma,
puesto que tienen que dar cuenta de ella. La amonestaremos respecto del error de su
camino, le sufriremos por algún tiempo; mas si no se arrepintiese, ya no tiene
lugar entre nosotros. Hemos librado ya nuestras propias almas.
DECLARACIÓN OFICIAL DE AUTONOMÍA 1973
El día 13 de febrero de 1973, con la presencia del Obispo Charles Golden, de la
Iglesia Metodista Unida; de Los Ángeles, California, el Obispo Sante Uberto
Barbieri, Presidente de CIEMAL y el Dr. Lewinstone McCoy y el Dr. Rene Bideaux
personeros de la División Mundial y con la aprobación por unanimidad de la Confe-
rencia Anual de Costa Rica, se declaró la autonomía de la Iglesia Evangélica
Metodista de Costa Rica.
Ambos obispos presentes procedieron a la consagración de las nuevas autoridades y
con ello empezó el proceso para la Nueva Iglesia Autónoma de Costa Rica. En esa
fecha de 1973, fue electo, como primer líder nacional, al Rev. Luis F. Palomo
Bonilla, en su función de presidente de la Iglesia Evangélica Metodista de Costa
Rica
Esta nueva situación polarizó la actitud de algunos hermanos que en su afán de
destrucción, provocaron serios problemas de lucha en su ataque a la Nueva Iglesia
Autónoma.
El grupo que se levantó se denominó "Acción y Reflexión". Su tarea fue crear
documentos anónimos, es decir, no los firmaban, pero los enviaban a todas las
iglesias locales e inclusive al exterior.
Lo que llamó la atención es que este grupo con una posición política de línea
socialista (algunos de ellos con mucha valentía lo confesaron), no fue una acción
aislada, sino que tenía el apoyo inclusive de algunos dirigentes metodistas del
exterior. Esto pudo descubrirse gracias a un cable que se recibió de parte del
Secretario Ejecutivo de la Junta de Misiones para el área, al ordenar al tesorero
de ellos en Costa Rica, a
que se girara un cheque por la suma de dos mil quinientos dólares, para el grupo de
"Acción y Reflexión"."
Dicha decisión hizo que la Junta General - Órgano Directivo de la nueva Iglesia
Evangélica Metodista de Costa Rica, demandara una investigación de parte de la
División Mundial sobre la decisión tomada por el Secretario Ejecutivo en mención,
ya que era una intervención directa en la vida de una iglesia autónoma.
Después de varios meses de conversaciones e investigaciones directamente en Costa
Rica, el Coordinador General de la Junta de Ministerios Globales (Rev. Paúl
Maclery), congeló la decisión al dar así respaldo a la Iglesia Nacional en su
acción clara de trabajo. Al proceder a una evaluación de la situación hasta ese
momento se pudo extraer varias verdades:
1. Que este tipo de movimiento socialista y de opción hacia la izquierda estaba
simplemente usando a la iglesia.
2. Que tenía respaldo foráneo y dentro de la misma Iglesia Metodista.
3. Que no importaba el precio, ellos querían el poder dentro de la Iglesia.
4. Provocó una lucha de desgaste por varios años," que. paralizó el desarrollo
sólido de la Iglesia Autónoma.
5. Demostró que realmente no estábamos preparados teológicamente para enfrentar una
batalla tan difícil.
6. Permitió que varias personas, miembros de la iglesia empezaran a auto -descubrir su
verdadera identidad en su opción política.
7. Permitió que algunos de los líderes en ejercicio de la autoridad, empezaran a
descubrir toda una realidad donde la intriga, calumnia, persecución, denigración,
estaba dentro de la misma iglesia.
8. Demostró que si estábamos hablando de una Iglesia Evangélica Metodista de Costa
Rica era por fe, y la gracia de Dios en Cristo Jesús, era el único que podía
sostenerla. Hubo dos centros operativos con este problema en la vida de la iglesia:
la Iglesia Metodista Central "El Redentor" cuyo pastor sufrió juntamente con el
resto de los líderes, ya que de los miembros rebeldes, en su mayoría, procedían
de su congregación. El otro foco fue el Colegio Metodista cuyo director era un
misionero y estaba provocando una desestabilización en la institución.
Prácticamente él concluyó confesándose contrario a la iglesia, y hubo que
expulsarlo como misionero; esto también llevó meses de atención y también
produjo mucho dolor.
No hay duda de que si había que madurar como líderes y como iglesia joven, toda
esta etapa de persecución ayudó a tal objetivo. Estos hechos impulsaron ambas
cosas. Un aspecto importante como un monumento, es que durante esos primeros cinco
años se mantuvo una fe sólida, fuerte en Jesucristo y la voluntad de Él se hizo, y
no se desmayó en la responsabilidad y tomó líderes en medio de la autonomía
naciente. A la par de este fenómeno de posiciones políticas adversas, tratando de
desestabilizar la dirección de la iglesia en sus primeros años de vida, había
toda otra realidad verdadera y es que durante la preparación para la supuesta
unidad (Costa Rica y Panamá) únicamente se había trabajado en lo que fue
Constitución y Disciplina, pero en lo que concernía a líneas de trabajo,
programas y administración, no existía ninguna propuesta.
En un documento escrito por el Rev. Palomo, en Agosto de 1984, escribió lo
siguiente: "si procedemos a un análisis del pasado, arrancando de 20 años atrás,
que sería lo más fresco que se puede recordar de manera directa, veremos que la
vida de la iglesia en su trayectoria ha sido de sufrimiento, con altos y bajos. Una
iglesia en misión, que se consolida como Conferencia Anual hasta en 1968, para
luego iniciarse o verse sometida a una lucha intestinal de pensamientos
ideológicos, ajenos a nuestra idiosincrasia costarricense y al evangelio de
Cristo... Al empezar la autonomía saltan preguntas de fondo: ¿Con cuál
experiencia?, ¿Con cuál plataforma de trabajo?, ¿Con cuál visión administrativa?,
¿Con cuál visión de extensión?, ¿Con cuáles postulados de educación cristiana?,
etc,... no había programa. El calificativo de una iglesia sufriente intensamente no
cesó... continuó... todavía se mantiene".
De manera que tenemos ahora una suma de factores que arremetían contra la posible
continuidad como Iglesia Autónoma en su nacimiento:
1. Batallas ideológicas internas, con apoyo externo.
2. La no existencia de programas.
3. Un equipo de líderes no preparados para llevar adelante la misión.
4. Una joven institución con confusiones y problemas teológicos e ideológicos.
5. Intromisión de extranjeros fuera de la problemática real que nosotros estábamos
viviendo.
6. Confusión en la identidad de la Iglesia Metodista.
7. Deserción de miembros de sus iglesias locales.
8. Iglesias locales listas para ser cerradas por la escasez de membresía, como por
ejemplo: Barrio México, Palmar Norte, y Puerto Cortés, y otras que fueron
confundidas por las pugnas ideológicas.
9. Una dependencia económica de la iglesia.
10. Una iglesia no comprometida con Cristo y una total dependencia que no permitía su
propio sostén.
11. Una iglesia económicamente pobre.
12. Una iglesia donde el celo por la evangelización estaba dormido y que hoy ha sido
despertado.
13. La vida misma de su membresía, en medio del contexto latinoamericano, empezó a ser
atacada en lo religioso, por los factores socioeconómicos.
Dado el permiso de Licencia Sabática, otorgada al Presidente Rev. Luis F. Palomo el
7 de noviembre de 1982, es nombrado por la Junta General, como presidente interino,
el Rev. Samuel Calvo Fernández, quien es ratificado por la Asamblea General en 1983
para que continúe con ese cargo durante dicho año. Posteriormente el 26 de enero
de 1984 es elegido presidente interino el Rev. Roberto Díaz Cortés, para que
concluyese ese período transitorio de dos años y un año más tarde, el 23 de
febrero de 1985 es electo obispo de nuestra iglesia, en la Décima Tercera Asamblea
General, al darse paso de esta manera al sistema episcopal. El nombramiento según
la Disciplina de la iglesia, es para períodos de cuatro años (1985-1989). Dicho
nombramiento se extendió hasta 1991, pues hubo reelección en el nombramiento
episcopal. En 1985 el obispo Díaz, invitó a la Junta Misionera para los Metodistas
Unidos, en Georgia, EE.UU., a colaborar con la iglesia en el área del evangelismo,
al ayudar con programa y equipo. La participación de esta Junta Misionera fue
aprobada por la Asamblea General en el año de 1987.
Para 1991, bajo la dirección del Gabinete se apoya la iniciativa de abrir nueva
obra Metodista en Nicoya. Guanacaste. Se contó con el apoyo del Obispo Díaz, se
hizo el llamamiento del predicador laico Emmanuel Mora, para que se hiciera cargo de
este campo. Se espera recibir esta nueva iglesia en enero de 1995, y continuar con
la tarea de declarar un nuevo Distrito en la provincia de Guanacaste.
En la Asamblea General de 1989, se crea el Seminario Evangélico Metodista de Costa
Rica. Importante paso a una de las visiones más fundamentales para el desarrollo y
crecimiento de la iglesia: la preparación de liderazgo. Para ello fue nombrado como
rector de esta institución el Dr. Luis F. Palomo B.
Se abre aquí la recuperación de la identidad metodista teológica y bíblica y
doctrinalmente fundamentada, en la teología wesleyana, al dar con ello un vivo
énfasis en la doctrina de la santidad.
El día 6 de junio de 1992 los primeros 22 estudiantes son graduados en el nivel de
Bachiller en Teología, cumpliendo el Seminario un trabajo efectivo. Además, y
gracias a las excelentes relaciones con la Universidad Nazarena, las cuales se
mantienen hasta el día de hoy, los candidatos que deseaban continuar estudios
avanzados, se proyectaban hacia dicha Universidad. En la actualidad son catapultados
a la Universidad Metodista de Costa Rica (UNIMET).
El Seminario Metodista de Costa Rica desarrolló su currículum en coordinación con
el Consejo Ministerial de la Iglesia. La proyección del Seminario está dirigida
hacia el fortalecimiento de la Iglesia, específicamente al laicado, lo cual se
espera lograr a través de los Centros Teológicos Distritales, que fueron
preparados para ser inaugurados en el año de 1995.
En este proceso de actualización de la historia de la Iglesia Evangélica Metodista
en Costa Rica, llegará el
año de 1993, cuando en la Asamblea General del mes de enero, se elige como nuevo
Obispo de la Iglesia
al presbítero Dr. Luis F. Palomo B., para el período 1993-1997. En el culto de
consagración del Obispo, como dato importante, son ordenados 12 diáconos, llegando
esto a fortalecer el ministerio de la iglesia.
La iglesia se mueve en esperanza. Confiando en quien nos ha llamado para que le
sirvamos. Así, hoy oramos y clamamos ante quien es el dueño de su pueblo, de su
iglesia,..- oramos y pedimos: En el nombre de Cristo tu hijo: envía más obreros
porque el trabajo crece. Amén. Confiando en las palabras de nuestro Señor
Jesucristo:
"He aquí yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Y el pueblo dice: Cristo, ven pronto". (Mat'28:20b)
A
principios del siglo XX, la Iglesia Metodista en
Costa Rica comenzó su labor como misión de la Iglesia Metodista
Episcopal de los Estados Unidos, que el 26 de abril de 1917 decidió
abrir una obra misionera en Centroamérica, eligiendo Costa Rica y
Panamá. Se organizó la "Conferencia de la Misión Centroamericana de la
Iglesia Metodista Episcopal", formando distritos en ambos países. La
primera Conferencia Anual se celebró en Panamá en enero de 1921, seguida
por otras sesiones. En 1924, el Rev. J. A. Miller fue consagrado Obispo
y, en 1925, presidió la dedicación de la iglesia "El Redentor",
inaugurada en 1940 por el Rev. J. Carlos Alpízar. Esta unidad de las
iglesias se mantuvo hasta 1960, cuando se autorizó la formación de la
Conferencia Anual Provisional de Costa Rica.
El ministerio de la Iglesia Evangélica Metodista en Costa Rica se inició
oficialmente en octubre de 1917, gracias a los hermanos Eduardo Zapata y
Jorge Amos Miller. En 1919, Miller compró un local en la Avenida
Central, que se remodeló para ser la "Iglesia El Redentor". Durante el
obispado de W.P. Thirkfield (1920-1924), llegaron más misioneros y se
abrieron nuevos centros de predicación, adquiriendo propiedades en
Alajuela, San Ramón y Barrio México. Aunque la obra avanzó lentamente al
principio, la iglesia en Alajuela se convirtió en una de las más activas
de la denominación. A partir de 1934, creció el interés por la
evangelización, estableciéndose nuevos distritos de trabajo, aunque el
desarrollo de líderes nacionales fue un proceso gradual. Sin embargo, se
destacó el éxito de algunos laicos y pastores en este nuevo despertar
ministerial.
En
1968, la Conferencia General de la Iglesia Metodista Unida permitió que
las Conferencias Anuales de América Latina buscaran la autonomía como
Iglesias Nacionales, lo que fue aprovechado casi de inmediato por
Argentina, Chile, Perú, Bolivia y, más tarde, Uruguay. México y Brasil
ya habían adquirido su autonomía desde 1930. Para Costa Rica y Panamá,
se planteó la idea de unir ambas iglesias, incluyendo el Caribe, la cual
fue aprobada tras varias consultas.
Después de dos años y medio de preparación, surgieron dos eventos
significativos: el Sínodo del Caribe impidió que el Distrito de Panamá
continuara con el proceso en 1971, y algunos laicos y la mayoría de los
pastores de Costa Rica cuestionaron la unidad entre iglesias con
contextos culturales diferentes. Esto llevó a un proceso de búsqueda en
oración y, tras dos meses, los pastores costarricenses decidieron
unánimemente optar por la autonomía como Iglesia Evangélica Metodista de
Costa Rica, sin intervención de misioneros.
El 16 de noviembre de 1972, se comunicó esta decisión a la Comisión de
Unidad, lo que generó fuertes contradicciones, ya que para enero de 1973
se preparaba la declaración de unidad entre Panamá y Costa Rica. El
obispo a cargo, junto con representantes de ambas conferencias,
finalmente autorizó la declaración de autonomía por separado.
La decisión fue comunicada a la Junta de Misiones y respaldada por la
mayoría del cuerpo pastoral en la Conferencia Anual de 1973, marcando el
fin del período de Conferencia Anual. La opción por la autonomía,
respaldada oficialmente por la Iglesia Metodista Unida de EE. UU.,
enfrentó críticas de algunos miembros de la División Mundial y un grupo
minoritario dentro de la iglesia.
Se destacan dos puntos importantes de esta decisión: primero, representa
un principio de libertad para la Iglesia Metodista de Costa Rica, que
hasta ese momento estaba bajo el control de obispos y misioneros
extranjeros; segundo, interrumpe un proceso ideológico asociado a la
Teología de la Liberación, que buscaba desacreditar la postura
evangélica de la iglesia en el contexto costarricense.
El
13 de febrero de 1973, en presencia del Obispo Charles Golden de la
Iglesia Metodista Unida, el Obispo Sante Uberto Barbieri y otros
representantes, se declaró la autonomía de la Iglesia Evangélica
Metodista de Costa Rica, con la aprobación unánime de la Conferencia
Anual. En esta ocasión, se consagró al Rev. Luis F. Palomo Bonilla como
primer líder nacional de la nueva iglesia.
La declaración de autonomía polarizó a algunos miembros de la iglesia,
quienes formaron el grupo "Acción y Reflexión" para atacar a la nueva
iglesia mediante documentos anónimos. Este grupo, con una inclinación
política socialista y apoyo de líderes metodistas del exterior, llevó a
la Junta General a solicitar una investigación sobre la intervención del
Secretario Ejecutivo en la autonomía de la iglesia. Tras varios meses,
el Rev. Paúl Maclery congeló la decisión, respaldando a la iglesia
nacional.
La situación reveló varias verdades sobre el movimiento socialista, el
deseo de poder dentro de la iglesia y la falta de preparación teológica
de los líderes. Esta lucha interna y la confusión ideológica afectaron
el desarrollo de la nueva iglesia. El Rev. Palomo destacó en un
documento de 1984 la sufriente trayectoria de la iglesia y la falta de
programas y una plataforma de trabajo clara, lo que contribuyó a la
confusión y deserción de miembros.
Durante este periodo, el Rev. Luis F. Palomo recibió una licencia
sabática en 1982, siendo sustituido por el Rev. Samuel Calvo y luego por
el Rev. Roberto Díaz Cortés, quien fue electo obispo en 1985. En este
tiempo, se buscaron colaboraciones con la Junta Misionera para apoyar el
evangelismo y se iniciaron nuevas obras metodistas en Guanacaste.
En 1989, se fundó el Seminario Evangélico Metodista de Costa Rica, bajo
la dirección del Dr. Luis F. Palomo, centrado en la formación de
liderazgo y la recuperación de la identidad teológica metodista. En
1992, se graduaron los primeros 22 estudiantes en Teología,
estableciendo relaciones con la Universidad Nazarena y la Universidad
Metodista de Costa Rica (UNIMED).
En 1993, el Dr. Luis F. Palomo fue elegido obispo para el período
1993-1997 y, durante su consagración, se ordenaron 12 diáconos,
fortaleciendo el ministerio de la iglesia. La iglesia, llena de
esperanza, continúa orando por más obreros para el creciente trabajo del
Señor.